El hombre humilde sabe en todo momento lo que es, sin imaginarse a sí mismo ni más ni menos que lo que realmente es.
La humildad del hombre debe ser tal que siempre sea feliz sin importar el lugar que ocupe.
Cuando hablamos de humildad, queremos decir que el hombre debe renunciar a la megalomanía, la insaciabilidad, porque el sentido de la vida no está ni en lo demasiado grande ni en lo demasiado pequeño. El hombre debe tener sólo lo que es necesario llegado el momento.
La humildad es un valle divino donde florecen todos los frutos inmortales. Búsquela.
La humildad se adquiere desde dentro y no desde el exterior.
Sólo el que se ha despertado, se hace consciente y humilde, puede crear algo y dar fruto. Si no te despiertas, no puedes trabajar; si no te vuelves humilde, tu trabajo no dará frutos. Deseo que todos se despierten y se pongan a trabajar con humildad y amor.
Un hombre encerrado que no se atreve a pronunciar una palabra no es un hombre humilde. Por “humilde” me refiero a quien vive en paz, no discute con nadie, ni con los más pequeños ni con los grandes.
El hombre humilde también tiene su dignidad. La dignidad que está
en él, dice: “Tú también eres un hombre; en ti también hay un espíritu y un alma; en ti también hay cimas altas. Pero la humildad desciende de estos picos altos en el valle de su vida y refresca, regando todos los frutos, todos los seres vivos. Así que el que no es humilde tampoco puede estar orgulloso. El orgullo sin humildad es un estado enfermizo del espíritu humano.
Beinsa Douno.