Aparecen las Religiones.

Porque el Amor no puede manifestarse en la tierra.

Aparecen las Religiones.

Las religiones aparecen porque el Amor no puede manifestarse en la tierra.

Si quieres hacer la voluntad de Dios, sustituye la religión por el Amor.

Entonces todos los que te aman serán sacerdotes y ministros en tu templo.

Lo más grande del mundo es llegar a conocer a Dios como Amor.

La belleza de nuestra vida está en nuestra conexión con Dios, que es Amor.

El Amor contiene en sí todas las condiciones, todas las posibilidades, todos los métodos mediante los cuales el alma humana puede desarrollarse hasta su plenitud.

Sólo el amor puede despertar en el alma sus potencialidades ocultas. La ciencia y el arte no pueden ser los estímulos para el       despertar          del    alma humana.  Son  conocimientos temporales.

La única obra verdadera en el mundo es la ciencia del Amor. Es el gran objeto de aprendizaje para el alma.

Cuando el hombre toma conciencia del amor como un poder grande y poderoso, su alma y su espíritu despiertan, y entra en conexión real con los mundos físico, espiritual y divino. Sólo a través del amor puede el hombre comprender la relación que existe entre estos mundos, así como el sentido de la vida.

No olvides una cosa: en la vida de un hombre sólo hay diez buenas oportunidades para entrar en contacto con el amor. Cada diez años existe la posibilidad de que ese poderoso poder comience a funcionar. La parte restante de la vida del hombre está asignada al aprendizaje.

Si el hombre logra captar una de esas posibilidades -uno de los rayos del gran sol que ilumina todo el cosmos-, entonces todo lo que es elevado y noble en su alma comenzará a florecer, a dar frutos y a madurar.

Los frutos del alma sólo maduran bajo los rayos de ese sol.

Cuando el primer rayo de Amor brille para ti, experimentarás dentro de tu alma tal dicha indescriptible, tal luz, un impulso tan poderoso en tu mente, y tal esfuerzo de tu voluntad, que todos los obstáculos del mundo comenzarán a derretirse ante ti.

Unos pocos momentos de existencia dentro del Amor divino son infinitamente más preciosos que mil años de vida humana ordinaria gastados en grandes placeres y goces.

Al amar, buscamos a Dios. Tenemos que amar a Dios para recibirlo y experimentarlo.

Al recibirle, experimentamos Su sabiduría.

Está escrito en la Escritura: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo».

Esta es la única ley que se manifiesta en tres mundos.

Beinsa Douno.

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