¡ Cuántas enseñanzas espirituales han difundido la idea de que la tierra es un lugar de exilio donde el ser humano está condenado a vivir, esperando retornar un día a su patria celestial! ¿ Pero por qué deberíamos estar exiliados en la tierra? … Aún admitiendo que sea el caso, y si es aquí y no en otra parte que la divina Providencia nos ha enviado, es porque tenemos un trabajo a realizar en ella. Un ser humano que no asume la vida en la tierra no puede llevar una verdadera vida en el Cielo.
Cuando rezamos, dirigimos naturalmente nuestra mirada interior hacia el Cielo. Pero mirando al Cielo, no deseamos apartarnos de la tierra. Si contemplamos el Cielo, si nos dirigimos a Él, es para convertirnos nosotros mismos en transmisores del Ciclo, para hacer descender sobre la tierra todo lo que es hermoso, puro, luminoso, eterno arriba. ¿Por qué el paraíso debe estar sólo arriba, y aquí en la tierra siempre la miseria, la pobreza y la fealdad? No, el paraíso debe descender a la tierra. La Inteligencia cósmica no nos ha enviado a la tierra para que, una vez llegados, solo pensáramos en dejarla con el pretexto de que el Cielo es nuestra verdadera patria. Para nuestra salud física y psíquica, es tan perjudicial querer abandonar la tierra por el Cielo como abandonar el Cielo por la tierra.
He aquí cómo debéis rezar, dijo Jesús:
“Padre nuestro que estás en los cielos,
Santificado sea tu nombre;
Venga a nosotros tu reino,
Hágase tu voluntad
así en la tierra como en el Cielo … “
“En la tierra como en el Cielo… ” Es así como Jesús nos
hace tomar conciencia del lazo que existe entre el mundo de
abajo, la tierra, y el mundo de arriba, el Cielo. Una vez que
hemos tomado conciencia con nuestros pensamientos, nuestros
sentimientos y nuestros actos, debemos abrirnos al Cielo a fin de que circule una corriente de energías puras, hasta que el orden, la armonía, la belleza, que reinan arriba, desciendan sobre la tierra. Diréis que no es posible. Sí, es posible. Hacer descender el Reino de Dios sobre la tierra es posible.
Nada es más importante que lograr reunir en nosotros el Cielo y la tierra, es decir aprender a vivir en el Cielo sin perder nunca el sentido de las realidades terrestres. Como es un equilibrio difícil de lograr, a menudo nos encontramos con idealistas que no saben sobre que suelo caminan, o bien con materialistas totalmente obnubilados por las necesidades de la
vida terrestre. Por esta razón, la tarea principal de una enseñanza espiritual es formar a seres que sepan que están en la tierra para trabajar en ella, consagrándose interiormente a la
realización de un ideal divino. Llegan a ser uno con este ideal,
se fusionan con él sin perder el sentido de la tierra. Estos son
los seres del futuro.
Por supuesto, si alguien decide de pronto imponer el orden divino en nuestro mundo, víctima de tantos desordenes y violencias, su empresa estará condenada al fracaso. No se puede decretar el orden divino desde el exterior y por la fuerza.
Omraam Mikhaël Aïvanhov