Eso que piensas, lo recibirás en ti. Piensa constantemente en el amor, la sabiduría, la verdad, la equidad y el bien, para recibir estos dones en ti. El agua que surge de la profundidad siempre es pura.
La luz de la mente despierta y clarifica la conciencia del discípulo. Esto lo mantiene en contacto con el Espíritu.
El discípulo debe crear un cerco con su pensamiento, cuidando que su aura se mantenga impenetrable a las influencias de lo transitorio. Tú has de saber que cuando se piensa en Dios, se crea en el aura un cerco de luz.
El pensamiento debe tener fuerza. En él debe haber movimiento y expansión; es decir, debe ser productivo, para que con él puedas realizar tu trabajo.
Si tu pensamiento es correcto, tendrás propósitos correctos en el corazón, correctos sentimientos en el alma, correcta expansión en la mente. De esta manera, tu pensamiento te podrá ayudar.
El discípulo debe cumplir conscientemente con lo divino. Debe dar entrada a lo divino en sí mismo. Debe dirigir sus energías hacia lo Alto, con sus elevados pensamientos y su trabajo. Así desarrollará sus centros superiores. Cuando sus energías permanecen en lo bajo, se estancan, se tornan destructivas y provocan explosiones. ¡Eleva tus pensamientos a lo divino! ¡De esta manera se organiza el cuerpo espiritual!
No dejes de trabajar sobre tus cuerpos espirituales. Hay cosas que sólo se obtienen por vía interna. N o olvides que lo divino debe manifestarse en la vida del discípulo. ¡En esto radica la plenitud de la vida!
¡Llena tu mente de pensamientos luminosos sobre lo elevado y lo grande en la vida!
¡Sólo así podrás trabajar!
Beinsa Douno.