Es cierto que debemos mostrar nuestra paciencia, pero debe venir de dentro. No debe imponerse desde el exterior. No es permisible para el discípulo “probar” conscientemente a su prójimo para sacarlo de sus casillas, de su equilibrio. Si vas a ver a tu amigo con tus problemas y dices, “Tienes que soportarme”, él será infeliz contigo. Transformará su disgusto, pero tú no tienes derecho a someterlo a una prueba conscientemente. En tal caso, ni tú ni él adquirirán nada. Es en ti mismo que tienes que experimentar la pruebas.
Y si un estudiante pierde su equilibrio, no se apresure a juzgarlo. ¡No! Aplicar la ley. Únanse varias personas, recen por él. Y den gracias por la oportunidad de experimentar las cosas. Pidan no caer en el mismo error. Suaviza tu corazón, ilumina tu intelecto, fortalece tu voluntad.
Todo hombre tiene algo bueno en él que le permite enfrentar las energías del mal. A través de los cuales puede contenerlas, neutralizarlas. Si, en algún momento, el hombre no tiene sus medios, debe volverse a Dios y se le debe pedir que lo ayude de una manera u otra. Siempre habrá un buen hombre que cumplirá la voluntad de Dios. Y se acercara donde estés.
La ley de la transformación energética es responder a las cosas negativas con lo positivo, para hacer el bien por el mal con las fuerzas buenas y positivas que tienes en ti. A través de ellas, puedes convertir la ofensa y el mal en fuerzas agradables y armoniosas. Cuando los hombres son probados, Dios ve su determinación de querer superarse a sí mismos o no. Pero si ve que están preparados, ablanda el corazón del acreedor.
Tienes que experimentar con la ley de la transformación energética. Observa en cuánto de tiempo puedes transformar una vejación, insulto, en una palabra agradable; en cuánto tiempo se pueden cambiar las energías amargas de una ofensa, en energías dulces; las energías discordantes en energías musicales. Cuanto más rápida y completa sea esta transformación, más fuerte será tu personaje.
Beinsa Douno.