No hay reglas!!!

La oración no está sujeta a ninguna regla, ninguna limitación.

No hay reglas!!!

A veces algunas personas preguntan: «¿A qué lado tenemos que recurrir cuando oramos?» La oración no está sujeta a ninguna regla, ninguna limitación. Cuando la oración es correcta, uno siempre se convierte en Dios. Pero si oran a su Padre Celestial y al mismo tiempo piensan en sus amigos, sus padres, su situación, su dinero o su hogar, están orando a ellos. Si piensas en algún santo, rezas a este santo y no a Dios. Durante la oración, su pensamiento debe ser dirigido exclusivamente a la fuente de su vida. Es sólo la imagen de Dios la que debe estar en tu mente. Conoces esta imagen, y si la has   olvidado, ahora debes de recordarla.

Hagas lo que hagas en la vida, es importante que siempre dirijas tus pensamientos a Dios. No hay tiempo más sublime que aquel en el que uno eleva el intelecto y el corazón al que nos ha dado todos los bienes. Trabaja constantemente de esta manera, te sentirás fuerte, estarás continuamente alegre y pleno, sentirás un pensamiento claro y constructivo que fluye a través de ti. Este tipo de oración te ayudará en todas las circunstancias de la vida.

Al discípulo, le doy una regla de vida: cada mañana, antes que comiences tu trabajo, dirige tu conciencia durante dos minutos a la conciencia cósmica para atarte a todos los seres vivos. Durante el primer minuto, dirige tus pensamientos sobre la primera gran ley:

«Amor a Dios.» En el segundo minuto, piensa en la segunda gran ley: «amor al prójimo». Concéntrese en estas dos leyes; olvidar cualquier otra cosa, incluso respirar.

Fueron los ingleses los primeros en hacer este experimento: dos minutos de concentración les permitieron, durante la guerra 1914-1918, escapar pasando sin demasiada dificultad las dificultades que el mundo invisible les había asignado. A un día y a una hora fija, se ordenó a toda Inglaterra que detuviera todos los movimientos en todas las fábricas, laboratorios, escuelas, tiendas, etc. durante dos minutos y,  fuera que donde cada uno estuviera, para dirigir el pensamiento hacia Dios y pensar en unirse a él. Fue un momento hermoso: ¡dos minutos de unión de todo un pueblo con Dios! Y grande fue la bendición que recibió del mundo invisible durante estos dos minutos.

¡Así que piensa en lo que uno podría lograr si toda la humanidad fija un momento similar de vinculación con Dios! ¡Qué poderosa ola de fuerza benéfica se extendería por todo el mundo!

Peter Deunov.

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