Resiste las pruebas.

Practica la equidad.

Resiste las pruebas.

El discípulo está expuesto a fuertes pruebas para que se temple en resistencia y despierte su conciencia. Vida sin intensas pruebas, es vida de almas dormidas. Por consiguiente, nada debe sorprender al discípulo. Ha de permanecer siempre sereno. Él sabe que hay un plan divino que todo lo dirige, por lo cual, nada habrá de extrañarle. Así, el discípulo debe resistir todo cuanto le suceda. Detrás de cada acontecer en su vida, verá la acción del inabarcable amor divino. Finalmente comprobará que todo es para su bien.

La ramita se tuerce hacia arriba y hacia abajo, pero mientras permanezca unida al árbol no correrá peligro alguno. El peligro sobreviene cuando se desprende.

El discípulo vive en Dios. Es la ramita unida al árbol. ¡Vincúlate en todo momento con Dios! ¡Piensa en Aquél que es único, constante y misericordioso!                          

La equidad consiste en dar a cada uno lo que necesita. Al niño pequeño no le puedes dar lo mismo que al adulto, pues sus necesidades son distintas. La igualdad no significa dar a todos lo mismo, sino dar a cada uno de acuerdo con el grado de su desarrollo. Del manantial de donde surge el agua divina, cada uno debe tomar tanto como pueda llevar en sí mismo. La justicia es una ley interna para la distribución de los dones divinos. El orden divino es el orden del amor. En él hay abundancia porque el amor trae abundancia. Así, debemos entrar en el orden divino para aplicar una nueva manera de vivir y dar.

Beinsa Douno.

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