Trabajando junto a Dios.

Él se ubicó bajo el gran nogal, nosotros lo rodeamos.

Trabajando junto a Dios.

Llegaron los días de la reunión de todos los hermanos y hermanas. A pesar de las difíciles condiciones, todos llegaron desde los distintos puntos del país. La casa estaba llena de gente. Muchos de los invitados se acomodaron en el jardín.

Era un tiempo de gran sufrimiento y pruebas. Las gentes se estaban matando unos a otros de modo planificado, «científicamente». La incertidumbre los abrumaba a todos. Sólo aquí, en este medio de hermandad, podía brillar la felicidad, reinar la paz y existir las actividades creativas. Uno podía relajarse y sentir que se hallaba en un refugio.

En realidad, era el Amor quien creaba el milagro. Pero nosotros necesitábamos tener Conocimiento de Sus Leyes, reglas y métodos de aplicación. El Maestro nos daba este Conocimiento en sus charlas y presentaciones.

Temprano por la mañana nos reunimos para nuestras oraciones, tras lo cual el Maestro dio una presentación. Durante todo el día el aceptó invitados y conversó con ellos. Él se ubicó bajo el gran nogal, nosotros lo rodeamos y la conversación comenzó:

Primero la madre les sirve a sus hijos, y cuando ellos crecen, los hijos deben ayudar a su madre. Cuando alguien quiere arar el campo, ¿espera el a que el campo se lo pida? No. Él va hacia el campo. Cuando alguien quiere sacar agua del manantial, el no espera a que el manantial se la ofrezca, sino que se dirige hacia el manantial. Del mismo modo, no debemos esperar a que Dios haga todo por nosotros, sino que nosotros debemos hacer nuestra parte. Los seres humanos pueden vivir de un solo modo: sirviendo a Dios. Queremos servir a Dios porque hemos recibido todo de Él. Tenemos su Confianza y Él le ha dado Sus Bendiciones a todos los seres humanos durante siglos. Y si no queremos servirlo, ¿dónde está nuestra virtud? Cuando digo que debemos hacer la Voluntad de Dios, quiero decir que nosotros estamos empleados para servir a otros como cajeros en el Banco Divino, ya que todo lo que tenemos proviene de Dios.

Beinsa Douno.

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