Bolivia en el corazón

Algo nos lleva espontáneamente a solidarizarnos con los más humildes y necesitados, con quienes cargan con un pasado de mayores injusticias. Han bajado desde las alturas al asfalto lejano y desconocido. Airean su protesta por las calles desconocidas. Produce tristeza ver los indígenas bolivianos desamparados, privados de su líder, haciendo patente su impotencia por las extrañas avenidas. Sin embargo, con meras simpatías no cambiamos este mundo. Es preciso la suma de la pureza ideal y del argumento, de la emoción y de la razón.  ¿Con todo ese apoyo de los hijos directos de la Madre Tierra, con todo ese enorme caudal de confianza no pudo el ex-presidente haberlo hecho de otra manera? Sobre todo por ellos, los que tienen derecho a airear sus colores, a salir del anonimato y la postración, derecho a que el futuro les sonría.

Los indígenas no merecen ese desaliento, esa repentina orfandad. Ellos no debían a la historia, era ella la que estaba en deuda, tras tantos siglos de explotación y marginación.  ¿Quién les dará alas para volver a remontar en las alas de la esperanza? Sin embargo, ¿no será Bolivia el enésimo ejemplo de que urgimos de más humanidad y menos ideología; de que el espíritu de confrontación tampoco opera en favor de los más oprimidos? El siglo XXI ya no ofrece pista a las revoluciones que no revierten en favor de todos.

Todavía recuerdo con emoción aquellos guiños, aquellas ceremonias a la Pachamama, nada más ser elegido el primer indígena presidente. A los diez años se repetiría la ceremonia de acción de gracias. En ella habló Wilson Chipana Acarapi, oriundo del pueblo de Tiahuanaco que participó por primera vez en un acto de este tipo como representante de los pobladores originarios. El líder indígena dejó a los medios esta contundente declaración: «Antes ni siquiera podíamos entrar a la ciudad con el poncho que tenemos ahora y con Evo presidente podemos estar presentes en las oficinas de La Paz».

¿Por qué no viró entonces definitivamente la historia? ¿Por qué sólo amago? ¿Por qué no siguió esa senda de cuidado de la Madre, de cuidado de todos los hermanos por igual? ¿Porqué Evo Morales no gobernó para todos?, ¿por qué no fue limpio en los escrutinios?, ¿por qué trató de enquistarse en el poder más allá de lo que le posibilitaba la propia Constitución?, ¿por qué se alienó con Maduro…?

Demasiados interrogantes que no quitan la tristeza de ver huérfanos a los empobrecidos de la nación. Hay que dar vida y sacar a la escena de las altas responsabilidades a nuevas  Bachelets. Se hace precisa una nueva generación de líderes latinoamericanos que salgan de la órbita de los intereses de los más privilegiados, al mismo tiempo que del dominio bolivariano. Que velen por supuesto por los más desheredados, pero que estén de vuelta del revanchismo, dispuestos a superar la lucha de clases, a integrar y no dividir, a sumar en favor del bien común… Una nueva generación de dirigentes latinoamericanos no escorados, que gobiernen para todos, que sepan volverse a casa la hora debida.

Líderes de primera a la cabeza de los últimos. Sí, arcoiris de algodón al viento, banderas que recojan todos los colores, enseñas que sumen todos los anhelos, estandartes que aúnen todas las voluntades y corazones… ¡Paz para Bolivia, acuerdo nacional, elecciones limpias, con igualdad de oportunidades para todas las formaciones!