¿MALAS MADRES?

¿MALAS MADRES?

“Mujer es aquella que puede salvar el mundo: es aquella que tiene las llaves de la vida que manifiesta la grande y poderosa fuerza de ese amor que trae la vida. La salvación del mundo llegará mediante la mujer y no mediante el hombre…” Omraam Mikhaël Aïvanhov. El pedagogo búlgaro subraya en ese mismo sentido que la educación del niño está determinada por las cualidades que la madre introduce en él desde la más temprana edad. Y sin embargo nuestros días muestran predilección por las “malas madres”. Se prodigan en la literatura, las Redes y los medios de comunicación. 

La privación siempre comportará una dicha superior. Pecho y cuna siempre aventajarán a «gin-tonic» y parranda. Saltan a los titulares las madres que no renuncian, pero la esencia de la maternidad tenía mucho que ver con esa imprescindible privación. La justa reivindicación no nos puede hacer perder la esencia de sagrados roles y sus instantes más preciados. La sociedad consumista y materialista nos quiere hacer olvidar que la felicidad tenía su precio y que la familia y los hijos constituirán siempre la renuncia primera. 

La modernidad socava peligrosos fundamentos. Serios medios de comunicación ponen el foco en las «malas madres», les arrojan guiño. Si el chaval asesino de Texas que se cargó a 19 niños y 2 profesoras, hubiera tenido al acostarse un beso en sus mejillas, si hubiera conciliado el sueño con cuentos edificantes, si hubiera vivido una infancia de cariño…, ahora estaría seguramente vivo y no muerto, tristemente enterrado bajo tierra. Una infancia arropada con ternura al acostarse no busca fusiles de asalto nada más cumplir los 18 años. 

Quien de pequeño recibe amor a bocajarro, al llegar a la adolescencia no dispara balas a discreción. El amor grabado día a día en el alma del niño, preferiblemente por sus dos progenitores, lo alejará más tarde de todo vil metal; sobre todo si no queda expuesto a unas pantallas tan saturadas de violencia. De ninguna forma podemos prescindir de esas madres. En estos tiempos que corren, más que de “buenas”, las tildaría de “indispensables”. 

Son las madres si no «buenas,» sí por lo menos amorosas y responsables el fundamento de una sociedad más plena, feliz y amable, sin crímenes atroces en las aulas, como el que hace unos días llenaba las portadas de todos los noticieros del mundo. El varón no debería tampoco alejarse de ese kilómetro «0» que representa la familia y el hogar. Por supuesto también hacen falta padres «buenos» y responsables que asuman su nada desdeñable cuota en el cuidado y educación, que derrochen junto a la madre su afecto, que lleven a los hijos a la montaña, a los ríos y a las playas…, que nunca les presenten una diana sobre la que un día apuntar y disparar de verdad.

Nuestro presente pone alto el listón a las madres, las invita a ser a un tiempo tiernas y fuertes, amorosas y firmes. Por lo menos que el empoderamiento no sea a costa de menos hogar, de menos familia. Seguramente no es tanto el rol tradicional de la madre el llamado a ser cuestionado, sino la limitación de por vida de la mujer al rol maternal.

La emancipación de la mujer no sea en menoscabo de su derroche de amor maternal. Su liberación no debiera medirse con la exclusiva vara de la distancia que ella marca con respecto a su hogar. Denostar el rol de la madre atenta, cuidadora que antepone hijos y familia a todo, es peligroso, comporta riesgos. El periodismo responsable podría restar «watios» a ese foco sobre lo que la sociedad no necesita. 

Comparto para finalizar el testimonio reciente de una madre amiga que sabe infinitamente mejor que quien suscribe de qué estamos hablando: “Desde que soy madre he comprendido el inmenso poder de la mujer en engendrar el amor más puro, la apuesta de renunciar a veces a ti misma para multiplicarte por mil, sentir latir dos corazones en uno, experimentar el poder inmenso del universo en tus pechos. Sólo el amor puede salvarnos de la barbarie. Más amor de madre, incondicional y puro, siempre.”

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