Combate tu egoísmo.

Busca un rasgo bueno en los demás.

Combate tu egoísmo.

Hay dos leyes sobre cuya base se asienta la vida: Tomar y dar. Pero el hombre lo quiere todo para sí. ¿Puedes tú detener el aire? Inhalarás y exhalarás. Cuando esto haces, das después de haber tomado. Tomar es la inhalación y dar es la exhalación. Si no exhalas, no tienes la posibilidad de volver a recibir el aire puro.

Cuando el hombre recibe más de lo que da, sobrevienen sufrimientos. Los árboles frutales dan su fruto. El discípulo debe aprender de ellos la generosidad. ¡Mira cómo la Naturaleza obedece a estas leyes!

Los dones divinos pasan a través de nosotros. Los detendremos un tiempo y después los distribuiremos. No hay que detener más de lo que necesitemos.

Lo que pienso, siento y hago en bien de los demás, siempre me será devuelto en la misma forma. De acuerdo con esto, por más que demos, siempre recibiremos.           

        En el mundo espiritual, la crítica no existe. ¿Por qué tienes que buscar las faltas en los demás? Entra en la casa de tu hermano y busca la riqueza que él lleva en sí mismo. No te ocupes con lo malo. Si dices de alguien que es malo, le estás causando un gran daño. Los malos pensamientos son como materia descompuesta que esparce lejos su mal olor y cada cosa que echa mal olor es mensajera de la muerte.

Habla de las cosas positivas de la vida. Pensar bien, hace fuerte al hombre. Sabrás que mientras el fruto no está maduro siempre es agrio y amargo, pero cuando el fruto madura, se torna dulce y sabroso. Espera la maduración de los frutos.                          

Si alguien comete errores, no te inquietes por ello. Todavía el fruto no ha madurado. Los rasgos negativos en un hombre no indican su carácter, pues éste se encuentra en proceso de desarrollo. Si quieres tener correctas relaciones con alguien, mantén en tu mente sus mejores rasgos; entonces, el bien se manifestará en él. Quien te ama, ve en ti todo lo bueno. ¡Ama y no juzgues!

Existe un mundo que tú no ves. Para verlo deben abrirse tus ojos. Lo que tú crees ver es sólo la sombra de este mundo del cual procedes. Tú eres la proyección de la realidad. En el hombre hay una luz interior. Esta luz es lo divino en él. Es un principio que está esperando el momento para despertar. El hombre es mucho más que su mente, mucho más que su corazón y su voluntad. La mente, el corazón y la voluntad son sólo servidores del espíritu humano. Por su origen y naturaleza, el hombre es algo grandioso. Si tú amaras al hombre, si creyeras en él sin observar tan sólo su manifestación externa, comprobarías su grandeza.

El hombre oculta en él todas las posibilidades para una vida inteligente. Lo que tú has perdido, lo encontrarás. ¿Cuándo? Cuando comprendas que Dios ha introducido en ti enormes riquezas.

El mal en el hombre sólo pertenece a la superficie, a lo externo. No te detengas allí. Lo divino en el hombre es invencible. Si alguien te ofrece una piedra preciosa muy bien envuelta y ubicada en una caja, ¿qué es lo primero que debes hacer? Abrirás la caja y liberarás la piedra de todas sus envolturas. Luego darás tu opinión sobre el valor de la piedra. La piedra preciosa es lo divino en el hombre, y podrás verlo tal como él es, libre de envolturas.

Cree que lo divino reside en cada hombre. Sobre esta piedra se construye el futuro.

Alcanzarás tu plenitud cuando comprendas que Dios vive en ti, tanto como en los demás.                                                    

¿Verdad que es bello ver en cada hombre un elevado mundo?

Entonces, no censures a los demás. Cada uno tiene su propio estado de desarrollo. Si eres río, has de correr. Si eres árbol, debes crecer. Si eres fruto, debes madurar. Cada cosa necesita su propia manifestación creciente.

Beinsa Douno.

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